Ella sabía que escuchar no consistía solo en oír palabras. Para escuchar se requería de su total presencia y plena atención: a aquello que estaba sucediendo en ella misma, a aquel que se encontraba hablando, a las palabras y a los gestos; a TODO lo que se daba en ese preciado momento.
Por eso ella no oía sino que escuchaba. Escuchaba porque se consideraba a sí misma como parte de la escena y no una simple receptora ajena a aquello que estaba sucediendo.
Corazón en las Manos
Si la cabeza te dice una cosa.
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