Estoy en un punto de mi vida en el que ya no necesito impresionar a nadie. Soy cómo soy, sin que me importe lo que los demás piensen de mí.
No necesito disfraces, no necesito engañar, ni fingir porque puedo ser quien soy en realidad.
No necesito hacer reír o hacer creer que nunca lloro. No necesito ser siempre fuerte, ni ser siempre agradable.
No necesito ser igual que nadie, y sobretodo me acepto tal y como soy. Con mis virtudes, pero también con mis defectos.
Porque puedo no ser perfecta, pero soy siempre yo.
Acepto y amo quien soy, y quien puedo llegar a ser.
Anónimo
Ilustración Gerard Schlosser
Si la cabeza te dice una cosa.
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