Los apegos no sólo se refieren a lo que nos da placer, sino también a lo que nos produce displacer: aquello que rechazamos nos ata tanto como lo que nos atrae, y la razón es que son dos extremos de una misma atadura.
En una oportunidad escuchaba a una persona explayándose sobre el odio rabioso que sentía por otra persona. Lo pudo explicitar tanto, que sobre el final no pudo más que decir:
“Lo odio tanto, que ya le pertenezco”...
"Haga este pequeño ejercicio durante unos pocos minutos: Piense en algo o alguien a quien esté apegado. Podría ser su empleo su carrera, su profesión, su amigo, su dinero, lo que sea.
Y dígale a ese objeto o persona: "Realmente, no te necesito para ser feliz. Solamente me estoy engañando al creer que sin ti no seré feliz. Pero no te necesito para mi felicidad; puedo ser feliz sin ti".
Si su apego es una persona, ella no se sentirá muy feliz de oír eso, pero dígalo de todos modos. Puede decirlo secretamente, en el fondo del corazón. En todo caso, usted se pondrá en contacto con la verdad: destrozará una fantasía.
La felicidad es un estado en el que no hay ilusiones."
Anthony de Mello
Ilustración Elly Mackay
Si la cabeza te dice una cosa.
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